La danza ha sido a través de la historia un tema inspirador para los pintores y escultores, desde los inciertos y anónimos artistas de la prehistoria, hasta los más famosos entre los modernos impresionistas franceses tales como Toulouse, Lautrec, Seurat y resaltando a Edgar Degas; quien con su admirable y fascinante pasión por el ballet, la naturalidad y esencialidad en el dibujo, su grandeza en la composición de las figuras humanas danzantes y la representación del cuerpo en movimiento, esa interrelación entre la danza y la bailarina, el cuerpo como sujeto que refleja la armonía que materializa la realidad, la extracción de los sentidos al momento de hacer una obra como la que presentó en la exposición impresionista de 1881 su maravillosa escultura “pequeña bailarina de 14 años”. Una escultura tan natural como el cabello y los ropajes auténticos de una bailarina de la época.
Como la fusión de las expresiones humanas se ve reflejada en las diversas manifestaciones artísticas donde el principal objeto de estudio para ser observado es el hombre, si bien un escultor decide hacer una obra donde su personaje es una mujer, un niño, está plasmando una realidad cultural profundamente demostrada, su idea de hacer una escultura no nace de la nada, brota de una vivencia, un vistazo del entorno.
Al igual una bailarina necesita su cuerpo como instrumento de trabajo y solo por él logra expresar una serie de movimientos en tiempo real, gracias a la música, aquella melodía que le accede un encuentro por medio del sonido y trayendo una reacción de movimiento con su cuerpo. La bailarina debe sentir un conjunto de movimientos que demuestran el intercambio con lo que se escucha y lo que danza.
En Colombia la cultura del ballet no es tan fuerte como los países de occidente, un factor fundamental en la concepción de la danza o expresión corporal se ve directamente relacionada con la cultura autóctona, no hay ballet pero hay bambuco, guavina, joropo o mapalé. Es la multiculturalidad y etnicidad un conjunto de mezclas, vivencias, y procesos variados los que sientan y reflejan el país.
Aunque hay lugares o establecimientos que se dan a la tarea de enseñar y sembrar la cultura del ballet, como lo hace la academia de danza y ballet clásico Connie, donde su fundadora y docente, Consuelo Salazar quien nació en Bogotá, inicio estudios de ballet con Vladimir Volsky y Antonio Castillo. Luego viajó a los Estados Unidos a continuar con sus estudios en la Escuela de Pensilvania Ballet, realizo estudios en Técnica Corporal, Danza Rusa y de carácter con Mary y Anatole Smirnof. También estudio Ballet Clásico con Sulamit Messerer, Ballet Moderno y Jazz con Irina Brecher. Formo parte del Ballet Clásico Nacional de Bogotá, durante varios años.
“Es duro trabajar cuando poco se promueve la danza ballet y no se cuenta con el tiempo disponible que la disciplina de la danza ballet requiere”. A pesar de los inconvenientes esta pedagoga a diario trabaja con grupo de niñas que se preparan en la dura tarea de expresar con el cuerpo.
Como la fusión de las expresiones humanas se ve reflejada en las diversas manifestaciones artísticas donde el principal objeto de estudio para ser observado es el hombre, si bien un escultor decide hacer una obra donde su personaje es una mujer, un niño, está plasmando una realidad cultural profundamente demostrada, su idea de hacer una escultura no nace de la nada, brota de una vivencia, un vistazo del entorno.
Al igual una bailarina necesita su cuerpo como instrumento de trabajo y solo por él logra expresar una serie de movimientos en tiempo real, gracias a la música, aquella melodía que le accede un encuentro por medio del sonido y trayendo una reacción de movimiento con su cuerpo. La bailarina debe sentir un conjunto de movimientos que demuestran el intercambio con lo que se escucha y lo que danza.
En Colombia la cultura del ballet no es tan fuerte como los países de occidente, un factor fundamental en la concepción de la danza o expresión corporal se ve directamente relacionada con la cultura autóctona, no hay ballet pero hay bambuco, guavina, joropo o mapalé. Es la multiculturalidad y etnicidad un conjunto de mezclas, vivencias, y procesos variados los que sientan y reflejan el país.
Aunque hay lugares o establecimientos que se dan a la tarea de enseñar y sembrar la cultura del ballet, como lo hace la academia de danza y ballet clásico Connie, donde su fundadora y docente, Consuelo Salazar quien nació en Bogotá, inicio estudios de ballet con Vladimir Volsky y Antonio Castillo. Luego viajó a los Estados Unidos a continuar con sus estudios en la Escuela de Pensilvania Ballet, realizo estudios en Técnica Corporal, Danza Rusa y de carácter con Mary y Anatole Smirnof. También estudio Ballet Clásico con Sulamit Messerer, Ballet Moderno y Jazz con Irina Brecher. Formo parte del Ballet Clásico Nacional de Bogotá, durante varios años.
“Es duro trabajar cuando poco se promueve la danza ballet y no se cuenta con el tiempo disponible que la disciplina de la danza ballet requiere”. A pesar de los inconvenientes esta pedagoga a diario trabaja con grupo de niñas que se preparan en la dura tarea de expresar con el cuerpo.
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