
La búsqueda de la perfección es un aspecto por el que el hombre siempre ha demostrado interés, plasmando en objetos materiales toda su capacidad creativa. Lo anterior ha sido el signo distintivo del progreso y por qué no decirlo, de la evolución. ¿Cómo no admirar la arquitectura clásica o la utilidad prestada por objetos que han revolucionado al mundo por su precisión y utilidad?. Si bien sabemos la orfebrería va de la mano con la arquitectura, la escultura y la relojería o joyería.
Si nos vamos a la prehistoria recordamos que la orfebrería es una hermosa cercanía con los metales y que sus inicios eran aplanando monedas en los rieles de los trenes. Han existido y existen famosos personajes orfebres como Sergio Zapata quien ha participado en diversas exposiciones en Valdivia y encuentros de orfebrería, promocionando sus trabajos en gran parte de Sudamérica y también en Europa. Sus creaciones tienen un significado de Belleza Onírica que busca empujar al público a otra realidad, un mundo de formas espontáneas y versátiles utilizando todo tipo de técnicas para atrapar en el metal una estética nueva y desconocida para la materia. Su intención es provocar una revolución en el trabajo con los metales imponiendo un estilo rupturista.
Esto es lo que piensan los orfebres “la idea es más o menos que el metal alimenta al cuerpo, o sea la fusión orgánica de todos los sucesos que podemos releer en las líneas de las mismas manos que mantienen abierto el vínculo”.
El tradicional orfebre guarda en sus células y en sus manos la creatividad como una difusa letanía, a veces como una fiebre cotidiana que el otro sospecha en la pupila, o en el lóbulo, que vendría a ser simplemente el rastro que deja un caracol en la arena y de lo que nos recuerda el dos de copas en el tarot, un lapsus entre el símbolo intuido por el orfebre y el que su otro humano dice reconocer al prenderse un metal invocatorio a su cuerpo visible o no amputado por la máscara de sus ropas y eso nos hace hablar de muchas voces, es más no sólo voces sino recuerdos históricos en los que importaba la religión y la iglesia o los inocentes animales utilizados como el artefacto que une eróticamente la carne de dos animales, o bien que realiza el acto mágico de devolver la latencia del musgo a su estado inmutable; eso es cubriendo la piel, cubriendo las tumbas y las ciudades fugaces que cada cierta cantidad de siglos son erigidas por este asunto confuso del habitar pero se prohibió la utilización de cálices realizados con materiales de origen vegetal y animal, ya que la sangre y cuerpo de Cristo sólo podía estar en contacto con metales preciosos.
En relación a las artes mayores, las obras de arte basadas en el los metales preciosos (orfebrería) esmaltes y marfiles son muy escasas, dado que su alto valor monetario han propiciado el expolio de muchísimas de ellas durante siglos, y en ocasiones el refundido o reaprovechamiento de sus materiales para otros objetos al gusto de cada época.
A pesar del escaso panorama actual, sabemos que el mundo románico, sin embargo, creó inmensas cantidades de obras de arte basadas en la orfebrería y los esmaltes, como consecuencia del auge de la construcción de catedrales, iglesias y monasterios.
Si nos vamos a la prehistoria recordamos que la orfebrería es una hermosa cercanía con los metales y que sus inicios eran aplanando monedas en los rieles de los trenes. Han existido y existen famosos personajes orfebres como Sergio Zapata quien ha participado en diversas exposiciones en Valdivia y encuentros de orfebrería, promocionando sus trabajos en gran parte de Sudamérica y también en Europa. Sus creaciones tienen un significado de Belleza Onírica que busca empujar al público a otra realidad, un mundo de formas espontáneas y versátiles utilizando todo tipo de técnicas para atrapar en el metal una estética nueva y desconocida para la materia. Su intención es provocar una revolución en el trabajo con los metales imponiendo un estilo rupturista.
Esto es lo que piensan los orfebres “la idea es más o menos que el metal alimenta al cuerpo, o sea la fusión orgánica de todos los sucesos que podemos releer en las líneas de las mismas manos que mantienen abierto el vínculo”.
El tradicional orfebre guarda en sus células y en sus manos la creatividad como una difusa letanía, a veces como una fiebre cotidiana que el otro sospecha en la pupila, o en el lóbulo, que vendría a ser simplemente el rastro que deja un caracol en la arena y de lo que nos recuerda el dos de copas en el tarot, un lapsus entre el símbolo intuido por el orfebre y el que su otro humano dice reconocer al prenderse un metal invocatorio a su cuerpo visible o no amputado por la máscara de sus ropas y eso nos hace hablar de muchas voces, es más no sólo voces sino recuerdos históricos en los que importaba la religión y la iglesia o los inocentes animales utilizados como el artefacto que une eróticamente la carne de dos animales, o bien que realiza el acto mágico de devolver la latencia del musgo a su estado inmutable; eso es cubriendo la piel, cubriendo las tumbas y las ciudades fugaces que cada cierta cantidad de siglos son erigidas por este asunto confuso del habitar pero se prohibió la utilización de cálices realizados con materiales de origen vegetal y animal, ya que la sangre y cuerpo de Cristo sólo podía estar en contacto con metales preciosos.
En relación a las artes mayores, las obras de arte basadas en el los metales preciosos (orfebrería) esmaltes y marfiles son muy escasas, dado que su alto valor monetario han propiciado el expolio de muchísimas de ellas durante siglos, y en ocasiones el refundido o reaprovechamiento de sus materiales para otros objetos al gusto de cada época.
A pesar del escaso panorama actual, sabemos que el mundo románico, sin embargo, creó inmensas cantidades de obras de arte basadas en la orfebrería y los esmaltes, como consecuencia del auge de la construcción de catedrales, iglesias y monasterios.
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